1 Samuel 24:24 " Pero el rey le dijo a Arauna:
―No, no acepto el campo como regalo. Lo compraré, porque no quiero ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que no me hayan costado nada".
¡Cuánto nos cuesta vivir hoy día! Si de algo se habla en los medios de comunicación últimamente es sobre el costo de vida, de los alimentos, las utilidades, la gasolina, etc. Cúanto nos cuesta levantarnos, llegar al trabajo; pareciera que hasta respirar nos costara. Y es que cuando nos tocan el tema de lo que cuesta algo nuestra mente se vuelve a la parte económica y la física; pero cuando se trata de las cosas del Padre, ¿has pensado cuánto te cuesta ser cristiana? ¿Cuánto te cuesta ser obediente? ¿Cuánto te cuesta vivir honradamente? ¿Cuánto nos cuesta ser madres, esposas, hijas, enfermeras, maestras, amas de casa, etc? Los roles y papeles que desempeñamos son muchos.
En este versículo, del libro segundo de Samuel, leemos cómo el dueño de una era, conocido como Arauna, pone a disposición del rey David su campo, bueyes y los yugos como leña para el holocausto. David necesitaba hacer esto para que se detuviera una plaga que ocurría por causa de su decisión de realizar un censo del pueblo de Israel. Había actuado bajo su propia prudencia y no bajo mandato de Dios. Por esto, David le indica al dueño que no puede recibir el campo como regalo.
Durante estos días no salen de mi mente las palabras: "es necesario que te cueste". David le dijo al hombre que no podía ofrecer holocaustos que no le hayan costado nada. ¡Cuánto duele cuando nos cuesta algo! ¡Cuánto duele ofrecer nuestra vida a Dios! ¡Cuánto duele ayunar! ¡Cuánto duele hacer sacrificios! ¡Cuánto duele tener que reprender a nuestros hijos! ¡Cuánto duele criar en estos días! ¡Cuánto duelen las pérdidas, los sufrimientos y las enfermedades! ¡Cuánto duele la muerte! Pero cuánto más, ¿no duele vivir sin Cristo?
Las interrogantes y expresiones de exclamación son incontables. Imagino que mientras lees estas líneas, estarás pensando en aquello que te ha costado tanto.
Mi corazón palpita con fuerza y rapidez, porque sé que es necesario que las cosas que son para Dios nos cuesten. Vivir de forma transparente en un mundo que está arropado por la tinieblas y los placeres de la carne, no es tarea fácil. David, era el rey de toda una nación y aunque hubo un hombre que le ponía a su servicio todo para hacer el sacrificio, no lo aceptó; era necesario que le costara. Era necesario que rechazara su ofrecimiento. ¿Cuántos ofrecimientos debemos rechazar cada una de nosotras para hacer lo que Dios demanda de sus hijas? Lo más fácil no necesariamente es lo que Dios anhela le entreguemos. Luego del sacrificio de Jesús en el madero, no fue necesario ningún otro; pero en el Nuevo Testamento (Romanos 12:1) leemos como dice que ahora cada una de nosotras somos esos sacrificios vivos, santos y agradables a Dios. Él anhela que todo nuestro ser le pertenezca, pues es nuestro Creador y Padre. Cuando Jesús vino a la tierra cuánto le costó su caminar, al punto que le costó su vida para reconciliarnos con el Padre. No había otra forma, se hizo sacrificio para acabar con la separación que había entre los hombres y Dios. ¡Cuánto le costó! Así también como David hacía el holocausto.
Jesús, sabía lo que costaría cuando estuvo dispuesto a venir a la tierra y habitar entre los hombres. ¿Acaso conoces tú lo que cuesta vivir para Él?
Es necesario que nos cueste. Sí, es necesario que nos cueste levantarnos de madrugada para orar e interceder por aquél que lo necesita. Sí, es necesario ir al culto un domingo, cuando podrías tomarlo de playa o de paseo. Sí, es necesario sacar tiempo para leer su Palabra, porque de otro modo corremos el riesgo de ser engañados. Sí, es necesario ayunar, porque así le decimos no a los deseos de la carne. Sí, es necesario orar unos por otros, aún cuando no los conoces y sientas temor. Sí, es necesario movernos a lo que Dios nos ha llamado, porque los días se acortan y la necesidad es grande; hasta los niños lo pueden palpar en los aires. Sí, es necesario que te cueste para que cuando el Padre esté frente a ti sientas paz y tranquilidad de haber hecho Su voluntad.
Oro en acuerdo contigo (aunque no sé cuántas personas puedan leerlo), pero Dios sí las conoce para que de cada una pueda recibir lo que agrada su corazón. Tu vida y tú corazón son el sacrifico que a Él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo.
Cuando se trate de hacer lo que haya que hacer, no importa cuánto te pueda costar. Hoy día enfrentamos un costo de oportunidad para todo, pero cuando se trata del Altísimo, que te cueste para que vea tu entrega, que te cueste para que vea tu intención, que te cueste para que vea tu dedicación, que te cueste para que vea tu disposión, que te cueste para que vea tu valentía, que te cueste para que vea cuánto crees en Él y en sus promesas, que te cueste porque es para el Rey de Reyes.
Con amor,
Xiomy M.
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