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Writer's pictureXiomara Maldonado

El fruto de mis pensamientos

Una pregunta, ¿cuántos amamos los frutos de los árboles? Los frutos de su hermosa creación que podemos saborear con nuestro paladar. Pienso que que muchos respondemos que sí y hasta levantamos las manos.

En muchas ocasiones hasta podemos ver los árboles y inmediatamente saber los frutos que darán. ¡Interesante!


Durante estos días pasados me topé con este versículo de Jeremías 6:19 donde habla sobre el fruto de los pensamientos del pueblo de Israel.

«Oye, tierra: He aquí yo traigo mal sobre este pueblo, el fruto de sus pensamientos; porque no escucharon mis palabras, y aborrecieron mi ley.»


Pudieras imaginar, en estos momentos que tus pensamientos son así, como un árbol que da frutos. No para que otros vengan y coman de ellos, sino que da frutos que te alimentan a ti mismo. Frutos que pueden determinar tu destino.

El pueblo de Dios, de acuerdo al profeta Jeremías, su nación escogida, había dejado de escuchar a los atalayas que habían sido enviados para anunciar sobre lo que acontecería.


Lamentablemente lo que entraba por sus oídos no era ni la ley, ni la obediencia; sino el fruto de sus malas acciones. Algo similiar ocurrió en Génesis, antes del diluvio cuando el Señor vio que todo designio de los pensamientos de los hombres en la tierra era maldad (Génesis 6:5). En este día hay algo que podemos llevarnos de ambos acontecimientos y es que lo que se siembra en nuestra audición y en la mente determinará el fruto de nuestros pensamientos. ¿Lo habías contemplado antes?


Habían endurecido su audición y por ende sus pensamientos no eran los mejores. Sería algo así como alimentarnos con muchos dulces y frituras y pretender no ser al final diabéticos o hipertensos.


En la Palabra encontramos muchos versículos que narran sobre la importancia de nuestros pensamientos. Todos son maravillosos; hay uno de los más que atesoro, y es que Job nos dice que no hay pensamiento que le sea oculto a Dios (Job 42:2).

Incluso cuando Jesús estuvo en la tierra, en varias ocasiones en el evangelio de Lucas, leemos: «Más Jesús conociendo sus pensamientos…”


Creo que muchas veces podemos entender que no tenemos control de lo que pensamos, pero en definitiva nuestros oídos y ojos se convierten en esos canales de todo ser humano. Tener buenos pensamientos, trae bendición. Su Palabra nos enseña en Proverbios 12:2, que los malos pensamientos son condenados.

«El bueno alcanzará favor de Jehová; Mas él condenará al hombre de malos pensamientos.»

Así que el desafío está en que nuestros pensamientos sean buenos, llenos de promesas y sobre todo de vida eterna.


Llenar nuestros pensamiento de Dios y perseverar en Dios, como lo indica el profeta Isaías traerá como resultado que seamos guardados en completa paz (Isaías 56:3).


Como hijos de Dios, solemos esperar los frutos de los árboles en cada estación del año para disfrutarlos con nuestro exquisito paladar.

Hoy, la pregunta es para nuestros frutos como hijos de Dios. Es muy profundo, porque son los frutos de nuestro interior, así que no son visibles por el mundo, pero ciertamente visibles para Dios.


¿Cuál está siendo el fruto de lo que piensas?

En definitiva que el fruto se nuestros pensamientos se convierte en nutriente o veneno para nuestra alma. Suena fuerte, y hasta un poco exagerado; pero es real y de suma importancia.


El anhelo del Padre es desbordar bendiciones, desbordar amor y gracia a sus hijos. Sin embargo, cuando nos empeñamos en alejarnos, en creernos superiores, insistimos en endurecernos y pretender que nada nos afectará; el resultado no será uno que nos gustará. Así ocurrió cuando sobrevino el diluvio y cuando el pueblo fue exiliado a Babilonia. Dos ejemplos, radicales y llenos de verdad para cada uno de nosotros.


Job en un momento señala que sus pensamientos fueron como sombra en medio de la calamidad que le sobre vino a su casa. (Job 17:7)

Luego en el versículo 11, dice, «Pasaron mis días, fueron arrancados mis pensamientos,» La lucha que vivió no solo fue externa, pues había perdido desde sus hijos hasta su ganado. La batalla

que vivió fue sumamente dolorosa, internamente hablando, pues en su mente hasta quedaron arrancados sus pensamientos. ¡Jamás había contemplado esto hasta hoy! Es posible arrancar todo pensamiento que no edifica y trae bendición.



Ciertamente el fruto de nuestros pensamientos trae vida o muerte. Dice el Salmo 92:10-14, «Mis oídos se llenan de sonidos de promesa» (MSG).

Esta es la tarea para tu vida y la mía en esta nueva temporada. Llenar nuestros oídos, será la nueva encomienda.


Oro al Padre para que nos de la sabiduría y la inteligencia para escoger nuestros pensamientos de acuerdo a su Palabra. Para hacer una nueva lista de promesas. Para descartar lo que no le agrada al Señor y hacer un huerto de promesas y bendiciones en nuestra mente. Haremos un huerto que dará frutos para el Rey.


Oro al Padre para que nos llene de sus pensamientos, y por su Espíritu Santo nos muestre cuáles son sus pensamientos para nuestra vida.

Dice el profeta Miqueas, «Mas ellos no conocieron los pensamientos de Jehová, ni entendieron su consejo; por lo cual los juntó como gavillas en la era.»

(Miqueas 4:12)


Oro para que nuestra oración cada día sea más profunda y más íntima, y que sobre todo podamos conocer los pensamientos y el consejo de Jehová. Su Palabra lo indica así, por lo tanto no te desalientes porque es posible.


Como dice el salmista David, «Mi corazón rebosa de hermosos pensamientos! Recitaré un bello poema para el rey, pues mi lengua es como la pluma de un hábil escritor. Salmos 45:1


¡Qué puedas rebosar hoy y siempre de hermosos pensamientos!


Oro para que tu mente sea el jardín más precioso.


El fruto de tus pensamientos, tú decides hoy en qué pensar…


Con amor ,


Xiomy M.







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